domingo, 29 de junio de 2008

JUEGOS EN LA CALLE CERVANTES – Capítulo 2

“CHURRO, MEDIA, MANGA, MANGOTERO”, también era juego de invierno, consistía en lo siguiente: Había un jugador que hacia de almohadilla y un determinado numero de jugadores, los que en ese momento se encontrase en el sitio, tantos saltadores como paganos. El almohadilla se respaldaba contra la pared para sujetar a los jugadores, que agachados se colocaban uno detrás de otro. Cuando estaban todos en sus sitios el primer saltador gritaba, “¡churro va!” y saltaba encima de los que estaban haciendo de burro lo más lejos posible, pues tenía que dejar sitio para el resto de saltadores. Cuando todos habían saltado lo mas rápidamente posible el saltador que mejor colocado estaba decía señalando en el brazo la opción que pedía, “churro, media manga, mangotero”, y preguntaba, “dime lo que es”. El jugador que debajo estaba y que no podía ver, decía lo que se figuraba que el de arriba había marcado, si no lo adivinaba el juego estaba perdido y seguían de burro. El jugador almohadilla era el que hacia de arbitro, las chicas también jugaban.



“MANOS ARRIBA”, es te juego también era más de invierno por la oscuridad de la noche, era un poco tipo militar, se trataba de lo siguiente. No había numero determinado de jugadores, los que en ese momento estuviesen, lo que si que había eran uno o mas paganos, parecido al escondite. Los paganos se tapaban la vista y comenzaban a contar hasta cien, en ese momento comenzaba el juego, todos escondidos se empezaban a buscar cuando se encontraba a alguno se decía manos arriba y se llevaba preso a un lugar destinado así hasta llegar a la totalidad de los jugadores. Tenía que haber un centinela en el calabozo por que si no podía llegar otro jugador y liberar a todos los prisioneros diciendo, todos mis amigos salvados y vuelta a empezar el juego


“PIC Y PALA”, en este juego se empleaba un “pic” de madera, que era un trozo de palo redondo de unos quince centímetros de largo y uno cinco de gordo, con las puntas afiladas como un lapicero y una pala de madera como las del frontón pero cuadradas, había un tirador y un determinado numero de jugadores. Se marcaban dos líneas en el suelo, de unos veinte metros de separación. El tirador se colocaba en una y el resto de jugadores se colocaban en la otra. El juego se trataba de lo siguiente, el tirador decía “¡pic va!”, picaba y lanzaba lo más lejos posible, traspasando la segunda línea, y el resto de jugadores trataban de coger el “pic” en el aire. Si lo lograban, el que cogía el “pic” se colocaba de tirador y vuelta a empezar la partida y si no el tirador los llevaba hacia delante hasta que alguno pudiera atraparlo había distintas modalidades, esta era a “empomar” o a coger el “pic”.



“EL VEO VEO”, también era un buen juego. Nos colocábamos delante de un escaparate y nos pasábamos horas jugando a “El pare carabassot”, otro juego que se jugaba en corro y todos sentados en el suelo. Este juego ya era más de verano. Se jugaba así. Había un “pare carabassot” y un numero de jugadores, cuanto mas mejor, todos numerados, y comenzaba el juego que era un trabalenguas. Tenías que estar muy atento, si fallabas estabas eliminado. Comenzaba, diciendo, “el pare carabassot te dos carabasses” y el numero dos contestaba “com que dos carabasses?” y el “pare carabassot” decía “¿que cuantes?”, el jugador decía “pues cuatro” y así sucesivamente hasta que fallaba un jugador que quedaba eliminado. El último jugador que aguantaba sin fallar era el ganador y se convertía en el “pare carabassot”

Los Electrodomésticos - Capítulo 2

La calefacción, también tuvo un cambio muy significativo. Nos calentábamos con un brasero de leña que encendíamos o en la calle o en el corral hasta que quedaran solo las ascuas del fuego, después se colocaba debajo de la mesa. En la cama por la noche calentamos las sabanas con una botella de agua caliente o un ladrillo caliente enrollado con un trapo y muchas mantas. Le siguió las estufas de butano y los radiadores eléctricos de calor negro.

Los tiempos han cambiado mucho, bueno no se como explicar esto, con la calefacción de gas, de gasoil, eléctrica, y aire acondicionado de estos tiempos, mi vecino Miguel va en bañador, en pleno invierno por su casa.


La ducha también tuvo su adelanto, cogíamos agua en un barreño grande de zinc, lo colocábamos al sol, cuando estaba caliente añadíamos agua calentada en el fuego, lo entrábamos en los baños y allí nos lavábamos todos bien limpios, con champú de huevo o jabón de lavanda. Tuve un termo eléctrico de once litros que me instale encima de la bañera, le siguió la instalación de agua caliente con termo de cincuenta litros. Hoy ya no tenemos que sacar el agua al sol para calentar, tenemos instalaciones de todos los tipos, aunque tengamos que volver otra vez a la energía solar.


La lavadora y el lavaplatos también han sido unos buenos adelantos. Se lavaba en la pila con una madera para restregar, con jabón de pastilla “el lagarto”. El primer detergente en salir al mercado, se llamó “Ese” y otros como “Omo” o “Norit” el borreguito y “Viker” para las prendas finas. También para el cabello, el champú era de huevo. La vajilla se fregaba con un esparto y arena amarilla, con un poco de jabón. El suelo con lejía de “los tres ramos” un trapo y de rodillas, menos mal que se invento el mocho, que fue el invento junto con el “chupa chups”, puede pasar a la historia.


¡No!, entonces no teníamos móviles, ni sms, ni Hotmail y si querías hablar por teléfono tenias que desplazarte a la telefonista mas cerca y pedir hablar con el numero, que la señorita muy amablemente te marcaba bajo tu correspondiente pago, que aumentaba si era conferencia, pues solo tenían teléfono unos cuantos. Yo lo tuve en 1975, más de un año pedido. No habían líneas, las centrales telefónicas eran pequeñas, cosa que parece de otros tiempos lejanos. Perdonar estoy escribiendo y me suena el móvil, sin levantarme lo cojo y contesto “¿si?”, es mi encargado Roberto, que ha venido de Argentina, se le terminaron las vacaciones. Me llama para decirme que ha llegado bien, que se lo a pasado fenomenal con toda su familia y me manda un saludo, dice que se va a ver fallas, las “mascletas” y comer chocolate con buñuelos, y que pronto nos veremos, “chao” Roberto y saluda de mi parte, a Luís y José.


La televisión, otro gran invento. En los años sesenta y algunos, no teníamos televisión, solo oíamos la radio. Era como hoy la televisión, estaba en el mejor sitio del salón o del comedor. Todos escuchando alrededor música, noticias y “Matilde, Perico y Periquín” y “El tío Porretas”.


Los domingos íbamos a casa de “la Fita”, a ver la única televisión que había en la calle. Nos pasábamos la tarde viendo anuncios, “Bonanza”, “El fugitivo” y “la casa de la pradera”. No habían mas cadenas de televisión, mis padres se compraron la primera televisión en 1970, era en blanco y negro, vi la llegada de Armstrong a la luna, con su huella del pie y su bandera americana, el “un dos tres” que fue un programa muy visto, y las noches para no dormir de Kiko Ibáñez Serrador. La televisión en color llego allá en 1975. De lo primero que se vio en color fue “sábado fiesta”, “Heidi”, y el entierro de Franco. Hoy nada es igual entre el cine en casa, las televisiones de plasma, la televisión digital con más cadenas que butifarras, estamos gilipollas, no tenemos tiempo para ver nada.

La Señora Lorito

Seguí trabajando con “Paquete” seis años más, me hice por el tiempo oficial, aprendí el oficio de electricista, seguía con el Renault 4, bajando de Líria. A mitad de camino el vehiculo comenzó a dar enganchones y fallos en el motor, hasta quedarnos tirados en la cuneta. Paquete comentó: “¡ya nos hemos quedado sin gasolina, coño!, y no veas lo lejos que queda la gasolinera para ir andando!”, se nos iba a hacer de noche.
No estaríamos ni cinco minutos cuando, por obra de magia, se apareció la pareja de motoristas de tráfico.


Al vernos tirados, pararon y saludando nos dijeron: “¿Qué les ocurre?,¿ están averiados?”. Mi jefe, que miró al cielo cuando los vió aparecer, todo contento, les contestó: “No señor guardia, que me he quedado sin gasolina”. El guardia le dijo: “Pues eso no tiene importancia, se lo soluciono en un instante.” Se desplazó hacia su moto y todo sonriente trajo una lata de gasolina de cinco litros, diciéndole a mi jefe: “abra el deposito y ¡a volar!”. Paquete le contestó: “no hace falta, está abierto, pues perdí las llaves y lo tengo con ese tapón de corcho de garrafa”. El guardia le dijo: “hombre, cómprese un tapón que esto es un peligro y le pueden robar la gasolina”. Mi jefe asintió con la cabeza por si le denunciaba, terminó de vaciar la lata de gasolina y dijo: “bueno, esto ya está, dígame lo que le debo”, sacándose la cartera del bolsillo. El guardia le contestó: “De la gasolina nada
Paquete no se lo podía creer, la fama que tenían los guardias de malos y lo amables y serviciales que habían estado con nosotros. Comenzó a darles las gracias, solo faltó que les besara la mano. No terminó ahí la cosa, el guardia cuando dejó la lata en su moto, cogió la libreta de las recetas y le dijo: “firme aquí, que lo he denunciado por quedarse sin combustible en la carretera”. Mi jefe cambió de color y le preguntó: “¿Cuanto es la multa?”. El guardia le dijo: “nada, 2.000 pesetas”. Mi jefe le firmó la receta, los guardias se marcharon y Paquete arrancando el Renault dijo: “vaya gasolina más cara que me ha salido...
Le salió un trabajo en la calle de Grabador Esteve en Valencia, una reforma de un piso de más de 200 mt en una finca muy lujosa, que tenía hasta portero y ascensor. Vivían allí un matrimonio sin hijos; él era director de un buen banco y ella era una señora “lorito”, pues hablaba como esos pajaritos.


Me encargó la faena a mí, que junto con un aprendiz, “Ceferino”, nos pusimos manos a la obra. Comenzábamos a trabajar a las nueve de la mañana ya que vivían en el piso y la reforma se tenía que hacer con los dueños allí viviendo.
Tenían una sirvienta de mi misma edad, guapa y muy simpática, sevillana. Yo noté que le gustaba y que estaba por mis huesos, cosa que a mí también me gustaba, pero yo ya tenia el corazón ocupado. Ella nunca desistió, rato que no estaba la señora y aprovechando cualquier excusa, se venía a hablar conmigo y preguntarme si quería algo. Los señores se iban antes que comenzáramos a trabajar; el hombre a su banco y la señora “lorito” a comprar hasta la hora de comer. La llamábamos “lorito” porque tenía una jaula grandísima llena de periquitos machos y hembras todos juntos, que se pasaban todo el día chillando y riñendo.


Allí nos quedábamos con Carmen, que así se llamaba la chacha; nos cuidaba muy bien, no nos faltaba de nada, cerveza para almorzar, agua bien fresquita para trabajar, cerveza, café y copa para comer y horchata y rosquillitas para merendar. Cada día que pasaba estaba más enamorada de mí, yo nunca le di pie y me comporté, como un amigo. Un día me invitó a salir a bailar, a un baile de la calle Túria, que tenía fama por los jueves, que era el “día de churra”. Acepté la invitación y nos fuimos a bailar todos muy arreglados. Ella estaba muy guapa, estuve a punto de caer, si no hubiera sido porque vino acompañada de su amiga y ya lo dice el refrán: “tres para el saco y el saco en tierra”. Nos lo pasamos muy bien pero no hubo tema.
Estuvimos casi dos meses en la reforma, había mucha faena, estábamos a cuerpo de rey. Ya nos juntábamos más de seis entre fontaneros y pintores. A la hora de almorzar, como yo no me tiraba a la piscina con Carmen, un pintor empezó a gustarle, también de la misma edad, comenzaron salir y creo que se llegaron a enamorar. Estábamos ya a punto de terminar la reforma, estaba todo pintado. Había quedado muy bien. Se marcharon los fontaneros, los carpinteros, los pintores y allí estábamos rematando el trabajo colocando lámparas interruptores y enchufes, ya casi todo terminando, cuando ocurrió lo siguiente:


Estábamos colocando interruptores y enchufes y como estaban viviendo, por no cortar la electricidad, por la lavadora, la nevera y dejar la casa a oscuras, nos pusimos a trabajar con corriente. Habían dos habitaciones muy oscuras donde no se veía nada. Entonces mi aprendiz Ceferinho le dijo a la señora, que ese día no había salido a la calle y estaba con batín y sin arreglar, que si tenía una linterna para alumbrarse, ya que no se veía nada. La señora “lorito” le dijo: “no tengo linterna, pero te puedo alumbrar con una vela”. Ceferino le dijo: “tráigamela y alúmbreme”. Estaba colocando los enchufes de las mesitas de noche, arrodillado y la señora detrás alumbrándole y diciéndole: “ves con mucho cuidado, no te vaya a dar la corriente. Estoy asustada de verte, ahí tocando los cables, yo les tengo pánico y horror. No valdría para eso” y seguía diciéndole y repitiéndole: “qué miedo y estás tocando los cables con corriente y no te pasa nada”. Ceferino le contestó: “No, ya lo ve, venga, tóquelos usted y ya lo verá”. Se giró y cogiéndole la mano a la señora, le dió una fuerte descarga eléctrica. Ésta salió despedida más de tres metros. La descarga se la transmitió, a través de la mano. La señora “lorito” se quedó toda esparramada por el suelo, a oscuras y con todos los pelos de punta. Se levantó y comenzó a gritar y a chillar como una loca
Le había dado un ataque de pánico. Estaba aterrorizada, comenzó a correr hacia la escalera, gritando: “¡socorro!, ¡auxilio!, ¡socorro!, el electricista se ha vuelto loco me h querido matar!”. Abrió la puerta de casa y salió a la escalera venga el grito y pidiendo socorro: “¡auxilio!, el electricista me ha querido matar!”. Los vecinos no tardaron en salir a la escalera a ver qué era lo que estaba ocurriendo con tanto escándalo. Hasta el portero subió a ver lo que había sucedido. Una vecina le sacó una silla y la sentó para calmarla, a la vez que le daba unos sorbitos de agua para tranquilizarla. Otra vino con un vaso de tila y cuando empezó a tranquilizarse comenzó a contar lo que le había ocurrido, yo a ahí estaba.


No sabía qué hacer ni qué decir, solo que cogí a Ceferino y le dije: “¿qué ha pasado?, cuéntame”. El pobre chaval todo asustado me contó lo que le había hecho. Él no pensaba que la señora “lorito” llevaba unas zapatillas de suela de material que no son aislantes y por eso le dió la descarga eléctrica tan fuerte.
La señora se recuperó, poco a poco. Llamó a su marido y cuando se presentó en casa, llamó a Paquete y le dijo que no quería en su casa a ese chaval. Así que Ceferino cogió su ropa y su herramienta y lo trasladó a otro trabajo, no lo despidió. Yo continué unos días más hasta terminar. Terminé la reforma, el trabajo y la amistad con Carmen, todo a la misma vez. Nunca más nos volvimos a ver, se haría novia, y se casaría con aquel pintoret. Chaoo