domingo, 20 de julio de 2008

El Boom de Benidorm

En los años setenta, cambié de empresa, una de Valencia, que tenía mucho trabajo en Benidorm, se llamaba SEBASTIAN GARCIA DEL OLMO. También muy buen jefe. Comenzaron las construcciones y edificaciones de los apartamentos y de hoteles, lo que se llamó el BOOM del turismo DE BENIDORM.
La empresa instaló muchos apartamentos y hoteles, nos tiraríamos más de cinco años trabajando en ese BOOM. Todos los años yendo y viniendo, los Lunes a las siete de la mañana para allí y el Sábado a las nueve por la mañana para aquí. Llegamos a ser más de veinte operarios, íbamos en un SEAT 600, cinco plazas con las bolsas y todos muy apretados.


Nos costaba más de cuatro horas el viaje. Entonces no estaba la autopista y el 600 no corría más, en recta unos 80 Km y en curvas, cuando cogías las de PEGO, a unos treinta Km. El viaje era largo y divertido, nos turnábamos a mitad de camino a conducir, pues era un palo a esa velocidad. El 600 no nos dejó tirados nunca en la carretera.
Estábamos instalando el hotel más grande y lujoso de Benidorm, se llamaba EL DON PANCHO.



También hicimos EL SELOMAR, EL MOVIDIK, LOS PELICANOS y otros más. Comenzábamos a trabajar a las siete de la mañana y terminábamos a las diez. No veíamos la luz del SOL, siempre trabajando. Teníamos muy buen jornal, hacíamos destajos y muchas horas.
Nos hospedábamos en un hostalito en el que trabajaban toda la familia. Nos trataban muy bien, por el tiempo ya éramos de la familia, siempre íbamos a él. Nos tenia la habitación reservada, en invierno no tenía a nadie, solo nosotros y algún representante, pero en verano trabajaban con una agencia y se llenaba de ALEMANAS. En invierno estaba solitario, no se veía un alma, solo los cuatro trabajadores. BENIDORM era un cementerio, la diversión era cenar y hacer las quinielas con el tío BLESA, que era el dueño del hostal, y ver la Tv para comentar las jugadas de fútbol.


Al hijo del dueño le tocó una quiniela millonaria. Era un chaval de nuestra edad, hablaba inglés y alemán, era un ligón de todas las extranjeras, con su Mercedes descapotable, no se le resistía ninguna inglesa ni alemana. A parte del dinero que ya tenía, le tocó aún unos millones más … el dinero llama al dinero ...
Trabajaba con nosotros FRANCISCO, que era cordobés. Cariñosamente y por ser el mayor de todos, unos cincuenta años, le llamábamos “el Churro”. Nos cuidaba como si fuéramos sus hijos, todos gente joven, unos veinte años. Lo suyo era la compra, le encantaba ir a comprar, a regatear con las vendedoras como si fuera una “tía María”. Por las mañanas cogia una lista y comenzaba a apuntar a cada uno lo que quería para almorzar y para comer. Así los veinte, todos los días, él disfrutaba como nadie. También se gastaba muy poco, pues tenía que mantener la familia. Desayunábamos y cenábamos en el bar.


Un día nos invitó a unas copas y unos cubatas después de cenar, por su cumpleaños. Era verano, después nos íbamos a la discoteca “el 007”, muy famosa en BENIDORM. Se llenaba de extranjeras. Habíamos cenado y el camarero nos sacó con los cafés una botella de Brandi 103, cuando el camarero la iba a retirar, otro y yo le dijimos que no la retirara, que la pagaba FRANCISCO, él puso mala cara pero nos dijo: “yo la pago pero os la tenéis que beber, los dos solitos”. Nos miramos y por hacerle gasto, comenzamos a beber la botella de 103, hasta dejarla vacía. No sé lo que le costaría, pero a mí sí que sé lo que me costó y recuerdo:
Nos fuimos a la discoteca, comenzamos a bailar y dar vueltas, cuando el brandi comenzó a hacer efecto, el otro y yo nos miramos y dijimos: “que jodidos y que mal estamos”. Recuerdo que salimos a la calle, todo nos daba vueltas, nos sentamos en la puerta de “BANANAS” y a allí comenzó el repertorio, haber quien tiraba más, ahora tu, ahora yo, solo veía a los Turistas extranjeros que pasaban y se paraban a mirar, a reírse y algunos hasta fotos nos hacían como subvenir. Menos mal que allí estaba PEPITO, un aprendiz que trabajaba también con nosotros, y cogiéndonos a cada uno por el brazo, nos empezó a llevar al hostal para acostarnos y dormir la borrachera. A mí todo me daba vueltas, era la primera borrachera, no podía ni andar, solo pedía un taxi, cosa que el aprendiz, con cachondeo nos decía estirándonos y haciéndonos andar: “taxi os lo voy a dar yo”. Nos acostó. Todo seguía igual, dándome vueltas, creí que me moría. Cuando sonó el despertador a las seis y medía, yo no me podía mover de la resaca que tenía, pero no tuve más remedio que levantarme, el trabajo es el trabajo. Menos mal que el encargado era un buen tipo, y a mí me mandó a la sala de máquinas y allí me tiré toda la semana pegando cabezadas y al otro en las habitaciones que estaban con camas, probándolas casi todas, más de trescientas habitaciones.


Todo el mes me duró la borrachera y la resaca, lo pasé muy mal. Le tome aprensión al 103, cuando veía la botella me entraban nauseas. Es la única vez que me he emborrachado en toda la vida y como lo pasé tan mal, no he vuelto a probar la bebida y repetir la historia.
Bebo cerveza, sobre todo en verano, tan fresquitas y con el calor, frente a la playa, en el chiringuito, sientan y me caen tan bien que es todo un placer.¡Por fin España ha sido campeona de Europa!. Hasta la próxima, Chao.

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