domingo, 4 de mayo de 2008

El Albaricoquero

Me puse a trabajar de electricista a los catorce años con un amigo de mis padres en GODELLA, el jefe se llamaba Francisco, nosotros le llamábamos cariñosamente, Paquete.
Comencé a trabajar, un invierno muy frió de los de antes, los charcos estaban congelados,
mi madre me preparó unos bocadillos y comencé a trabajar.


El jefe tenía una tienda de bombillas y material eléctrico, allí me presenté antes de las ocho de la mañana, tenía un Renault cuatro, cuatro nos subimos con dos compañeros más y haciéndole un puente lo puso en marcha y arrancando nos dirigimos al puesto de trabajo, que no era ni más ni menos que entre RIBARROJA Y SAN ANTONIO DE BENAGEBER, en un descampado de garroferas y de almendros deshabitado, a Km. de distancia no se veía ninguna casa. Llegamos, hacía mucho frió, pero pronto empezamos a entrar en calor, cuando nos dieron un pico y una azada para hacer las zanjas de la instalación del alumbrado público, pues era una de esas urbanizaciones que hoy tanto abundan por todas partes, por las mañanas nos traía y luego por la tarde allá las seis, venía a buscarnos, un día de mucho frió y lloviendo nos tuvimos que resguardar en un chozo de piedra que tenían los agricultores y pastores para resguardarse de estos días lluviosos. Allí permanecimos todo el día pues no había otro refugio, encendimos una hoguera y permanecimos a que viniera a recogernos Paquete, cosa que conforme iban pasando las horas, las seis, las siete, las ocho y así nos iban preocupando, por no saber ni tener noticias, por lo abandonados que estábamos, en ese desierto no se veía ni un alma, gracias que mi madre al hacerse la hora que era ya las diez de la noche y no sabia nada de mi, se acercó a su casa, que estaba bastante cerca, a preguntarle a Paquete si había ocurrido algo por las horas tan avanzadas que eran y sin cenar, tocó a la puerta de su casa y apareció Paquete en pijama y zapatillas de estar por casa. Al decirle mi madre “¿dónde esta mi hijo que aun no ha venido de trabaja r?”, Paquete se echó las manos a la cabeza y le dijo a mi madre “pues se me ha olvidado de ir a recogerlos”. Así que en dos horas, mas o menos llegamos a nuestra casa, ya nos habíamos hecho la idea de dormir en el chozo.


Estuvimos tiempo trabajando en esa urbanización, colocando arquetas, tirando acometidas, instalando farolas y ya se iba viendo gente por allí .Se empezaron a parcelar y la gente comenzó comprar todo tipo de árboles pues aquello estaba desértico, no había ninguna sombra, un señor que era médico tenía una parcela muy grande y cantonera, el hombre comenzó a plantar todo tipo de árboles frutales: un manzano, un perero, un kaquitero, un mangrano, un limonero, unos naranjos, un melocotonero, y en la entrada cerca de la valla un ALBARICOQUERO.



Todos los días, o casi todos, venía a regar y ver los árboles, los tenia muy bonitos y muy bien cuidados. Yo también pasaba por delante de la parcela todos los días y lo veía regando, un día me percaté que el albaricoquero tenía un albaricoque pequeño, yo pensé “lo dejaré crecer más”, al cabo de un mes ya estaba grande, pero no maduro. Un día que pasaba junto la valla, tuve un antojo y sin pensármelo lo cogí del árbol y en dos mordiscos me lo comí. La cosa trajo historia pues por la tarde cuando el dueño llegó todo ilusionado a ver sus árboles, como todos los días, la sorpresa que se llevó, cuando al ver que el albaricoquero, no tenía tan preciado fruto, pues alguien se lo había quitado ya que era el único albaricoque del árbol.
Fue tanta la rabia y el enfado que después de un buen rato chillando, se sentó en la puerta y se puso venga a llorar, por no saber quien lo había cogido. Yo al pasar por delante de él y verlo tan triste y llorando, no aguanté la situación y dándome tanta lástima, me dirigí hacia él: “Señor, mire y perdone, pero yo he sido quien le ha cogido el albaricoque”. Al señor le cambió la cara, me miró y dejando de llorar, me preguntó “¿y que has hecho con él?, pues le tenia mucho cariño, lo había visto nacer, crecer y ahora que iba a madurar vienes tú y lo coges”. Yo le contesté: “pues comérmelo”, y él me dijo todo enfadado: “pero si estaba verde!”, yo le contesté: “es que me gustan verdes…”
Después de darme la bronca me dijo que hablaría con mi jefe pues eso no se iba a quedar así. Cosa que no tardó en hacer, en el momento de llegar Paquete, no me dijo nada mi jefe, pero yo sí quería saber lo que había dicho y le pregunté por el tema, me contestó: “ese tío es jilipollas, por un albaricoque lo que quería montar, te quería denunciar y yo le he dicho que más se perdió en la guerra.”
Yo me quedé muy bien, tranquilo y desahogado. Me había quitado un peso de encima y había afrontado una situación con valor y valentía, me sentí todo un hombre.
Los albaricoques verdes sientan mal, dan dolor de barriga y a mí me dio dolor, de cabeza, chaoo.

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