
Un día la ballena le invitó a un viaje por el mar, y así podría conocer a su pueblo y sus gentes. “¡Oye mono!, vente conmigo y te enseñaré donde vivo, que te gustará y te divertirás mucho”. El mono le contestó: “Ay ballena, sí que me gustaría, pero tengo mucho miedo, púes no se nadar y me ahogaría”. La ballena le dijo: “no tengas miedo, que yo te llevaré encima, y te prometo, que ni una sola gota de agua te ha de tocar. El mono se lo pensó, y después de un rato le dijo: ¡vámonos! El mono, de un gran salto, se subió encima de la ballena y esta, con mucho cuidado, lo sentó cómodamente en su espalda y comenzaron a viajar.
La ballena nadó muchas horas, y en su camino le explicaba todo lo que veía. Pasaron por Alicante y Santa Pola, y al llegar a la isla de Tabarca, sucedió lo inesperado, púes se encontraron con un séquito de Delfines que acompañaban a su majestad el rey de los mares. Un calamar les acompañaba detrás, mucho más despacio, y la ballena le preguntó: “oye calamar, ¿que le ocurre a nuestra majestad el rey?” el calamar le contestó llorando: “que el rey está muy grave y se nos muere, necesita el hígado de un mono para salvarse”.
La ballena, al oír lo que el calamar le decía, se giró mirando al mono, y le dijo: “oye mono, tu eres mi amigo, así que me podrías dar tu hígado para salvar la vida del rey. El mono le contestó: “mira, yo si que se lo daría, pero soy tan despistado y olvidadizo…, que me lo he dejado colgado, de una rama del manzano”.
Así que si lo quieres, podemos volver y cogerlo. La ballena no se lo pensó y dio media vuelta, y a toda velocidad, pusieron rumbo hacia el manzano. Como iban a toda velocidad, tardaron menos tiempo y en unas horas se presentaron frente al manzano, y cuando tan sólo faltaban cinco o seis metros, el mono pego un gran salto con el que se quedó subido al manzano. Fue entonces cuando le dijo a la ballena: “sí quieres el hígado, sube tu aquí a buscarlo, que yo no lo encuentro”.
La ballena se quedó con dos palmos de narices y toda enfadada y el mono por el contrario, estaba muy contento saltando y riéndose comenzó a cantar: “YO SOY EL MONO TITIRITERO, SOY EL MÁS LISTO DEL MUNDO ENTERO".
La ballena, siguió yendo todos los días a escuchar al mono cantar. El rey no se murió, le sacaron unas espinas de un atún que se había tragado. El mono se enamoró y se fue a vivir lejos, a la montaña, se casó con una mona chimpancé con unos bonitos ojos verdes. Tuvieron tres monitos, a los que llamaron MATEO, PEPITO Y MANOLITO. Vivían en un gran manzano y fueron muy felices, el mono siguió cantando y riendo, y nunca más se volvió a embarcar.
1 comentario:
Q curraooooo... con dibujito y todoooooo.
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