domingo, 20 de abril de 2008

EL TABACO SÍ MATA

El primer cigarro que me puse en la boca sería a los doce años, creo recordar que fue un Winston y que me sentó fatal, casi vomito, pero estaba de moda en toda la juventud y aunque en casa lo tuviéramos prohibido por nuestros padres, hasta una edad que algunas veces podía llegar a los veintiún años.

Yo recuerdo que mi padre me autorizó a fumar en su presencia, a la edad de dieciocho años, gracias a mi primo que venía de París y allí estaban más avanzados. Siendo de la misma edad, mi padre consintió darme ese permiso, cosa que con las madres eran más permisivas, yo mismo cuando mi padre no estaba en casa, con una edad de dieciséis años, salía al comedor fumando y haciéndome el interesante, cosa que enfurecía a mi madre y chillándome y gritando me decía de todo: “guarro, más que guarro, quítate ese cigarro de la boca”. A mí me entraba risa.
Sobre la edad de catorce años, poco a poco y sin darme cuenta y sin mas información, me fui metiendo en esa adicción a la nicotina, la verdad que en esa edad fumar era un placer, y casi un ritual. Sería por su prohibición, pues no se fumaba en cualquier sitio, por miedo a tus padres te pillaran, en la calle mirando a todo el mundo siempre te pillaba algún vecino que iba con el cuento a tu padre y no te librabas de una bronca. En el colegio “EPLA” teníamos un apartado donde en el recreo y los descansos nos juntábamos a fumar, alrededor de una higuera, siempre vigilando, que no nos pillara algún flaire.
Yo en casa me lo montaba muy bien, recuerdo el ir a comprar a un quiosco del puerto de Valencia, un tabaco de contrabando EGIPCIO, que venía en una cajita metálica verde, se llamaba ADUL, era un tabaco rubio sin boquilla, y un poco ovalado, tendría veinte cigarrillos y un aroma que impregnaba toda la habitación. Me fumaba un cigarrillo al día, pero era fantástico, después de comer me encerraba en mi habitación, con la ventana abierta, con el frescor del verano, tumbado encima de la cama, abría la caja que tenía escondida y sacando un cigarrillo, como si de un ritual se tratara le pegaba fuego, y muy suavemente empezaba a saborear ese aroma que cada calada, te llegaba a las puntas de los pies, cuando terminaba y se había ventilado la habitación salía todo chulo, como un hombre.

Seguí fumando y fumando hasta convertirme en un esclavo de la nicotina. No tenía miramiento ni de mis hijos pequeños, ni el sitio, comiendo, en el coche, en el trabajo … vamos en todas partes. Fumaba Ducados, que luego me cambié de marca, pues como fumaba tanto y era un tabaco muy fuerte no podía con él, así que me cambié a Fortuna. Era tanto lo que me enganchaba que muchas noches que no tenía tabaco, no importaba la hora que fuese, tenía que comprar, muchas veces a las dos y las tres de la madrugada. Salía a comprar donde estuviese abierto. Por el tiempo llegamos a estar toda la familia enganchada al tabaco, mi mujer y mis hijos, hasta las novias, en casa todo eran ceniceros y colillas, apestaba a humo y tabaco.
Todas las noches, cuando me acostaba, con el mismo propósito, de dejar de fumar, pues ya eran muchos años tragando humo y ya comenzaba a resentirse esos pulmones y ese cansancio, que se apoderaba de mi, pero era inútil ese propósito de dejar de fumar, solo duraba hasta el día siguiente. En el primer bar que me encontraba por la mañana me tomaba mi café con leche y mi paquete de Fortuna, así comenzaba un nuevo día, hasta la noche que otra vez volvía a proponerme dejarlo. En esta vida he intentado dejarlo muchas veces, más que años tengo. Una semana, un mes, dos meses, chicles y parches de nicotina, la acompuctura china … lo más un año, que luego era mucho peor pues parece ser que tenia que recuperar los cigarros que no había fumado, dos paquetes al día, todas las noches la misma canción, que si mañana me dejo de fumar y siempre la misma historia.
Tengo casi sesenta años, sé que es muy difícil dejarse y comprendo a la gente que no puede dejar el tabaco, pero animo a la gente, que sí es posible dejar de fumar, todo es cuestión de fuerza de voluntad, y mucho sacrificio.



Llevo más de diez años sin fumar. En casa no fumamos ni mi mujer ni mis hijos y las novias también lo han dejado. Ya no hay ceniceros ni huele a colillas, se respira un ambiente sano, sin humos. Me ha costado mucho sacrificio pero estoy muy contento.
Es una de las cosas que me siento muy satisfecho. Creí que no sería capaz de dejar ese hábito al tabaco y la nicotina pero SÍ, lo he conseguido y hoy me encuentro muy bien de salud. No me canso ni me fatigo, en conclusión, creo que he llegado a tiempo de dejarlo y solo puedo deciros que tiene más cosas positivas el no fumar y el disfrutar de todo, vivir la vida, respirar ese aire del mar y esos aromas de la primavera, el azahar y encontrarte bien, en forma y dormir sin pensar en proponerte algo que después no vas a cumplir. No molestar a nadie, respetar a los niños y lo más importante, no estar enganchado de por vida a una de esas máquinas de oxígeno que es el punto y final de muchos fumadores.
Esto sí que ha sido, pegaros un buen puro HABANO, me largo echando humo. Chaoo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

eres un crak